La National Gallery en Londres celebra este año su 200 aniversario, un hecho que parece tener poco impacto en el hechizo que ejerce sobre los visitantes, quienes acuden en busca de pinturas tanto más antiguas como más jóvenes que la propia institución. Pero su historia forma parte de su encanto, su existencia, al igual que su amplitud, es un milagro a la luz de la retrospectiva.
Lo que comenzó con 38 pinturas, compradas por el gobierno a un banquero llamado John Julius Angerstein, es ahora una colección que abarca 2.300 obras de arte. En sus primeros días, la galería no tenía una política formal de adquisición, sus adquisiciones eran dictadas por los gustos algo anticuados de sus fideicomisarios; e incluso después de tener una política, la resistencia nunca estuvo lejos.
La National Gallery tiene tanto que contarnos sobre los cambios de gusto como la historia del arte, sus elegantes espacios también encarnan nuestra historia en toda su complejidad, desde la esclavitud (entre 1824 y 1880, al menos 67 fideicomisarios y donantes, así como algunos personajes y pintores importantes, tenían vínculos con el comercio de esclavos) hasta el sufragio (fue en la National Gallery donde una sufragista llamada Mary Richardson cortó la «Venus del espejo» de Velázquez con un cuchillo para carne en 1914).
La galería también está llena de historias de la Segunda Guerra Mundial, como cuando su director, Kenneth Clark, trasladó sus pinturas a una cantera de pizarra en Gales para protegerlas, o cuando la pianista Myra Hess ofreció recitales para aumentar la moral en un edificio vacío.
La National Gallery es testigo de las cambiantes preferencias del público, como lo demuestra la ala Sainsbury, que abrió en 1991 y es conocida por sus exitosas exposiciones masivas.
En teoría, debería ser imposible tener un cuadro favorito en una institución tan rica en colores, texturas y belleza, con tantos estilos y historias. Sin embargo, en medio de toda esta competencia, siempre amaré con pasión la pequeña y cautivadora obra «Un muro en Nápoles» (1782) del artista británico Thomas Jones, que cuelga en la Sala 42.
Cada uno de nosotros encuentra su propia estrella guía en cada visita, navegando a través de esta abundancia de riquezas artísticas. La National Gallery se convierte así en un refugio y una fuente de consuelo para muchos visitantes, quienes regresan una y otra vez para contemplar sus amadas obras de arte.
En resumen, la National Gallery en Londres es mucho más que un museo, es un testimonio vivo de nuestra historia y una joya invaluable para los amantes del arte. Cada visita es una oportunidad para descubrir nuevos tesoros y encontrar inspiración en el legado artístico que ha perdurado a lo largo de los siglos.
La National Gallery en Londres celebra su 200 aniversario este año, con una colección de arte que abarca 2.300 obras de arte. Comenzó con 38 pinturas adquiridas por el gobierno y ha crecido a lo largo de los años. La galería ha experimentado cambios en la preferencia del público y ha sido testigo de eventos históricos, como la Segunda Guerra Mundial. También tiene historias que abarcan desde la esclavitud hasta el sufragio. A pesar de la competencia, los visitantes encuentran sus propias obras favoritas y consideran la galería un refugio y una fuente de consuelo. La National Gallery es un testimonio vivo de la historia y una joya para los amantes del arte.
Palabras clave y jerga:
– Retrospectiva: Mirada hacia el pasado o análisis retrospectivo.
Enlaces relacionados sugeridos:
– nationalgallery.org.uk: Página principal de la National Gallery en Londres.